Si Alemania ha salido reforzada de la crisis es porque con costes mayores que en España se ha rendido más
Entre las muchas cosas que nos ofrece la esperada, temida y hasta odiada reforma laboral hay dos sobre las que, hasta ahora, poco he oído. Una de ellas es favorecer a las pequeñas y medianas empresas, con su nombre de música pop, «las PYMES». Es una ayuda insuficiente, como temiendo el qué dirán de sindicatos y grandes empresarios, que forman la pareja, no precisamente musical, que ha copado hasta ahora las negociaciones y las generosas subvenciones para poder seguir con la panza al sol. No entiendo mucho de economía, cada vez menos, pero si cada PYME y no digamos cada autónomo contratara un solo trabajador, ¿no disminuiría la lista del paro en al menos un milloncete de ciudadanos? Harían falta mil grandes empresas contratando cada una a mil obreros para llegar al millón, y… ¿van a levantarse esas mil empresas de la noche a la mañana…? ¿Y lo harían en toda España, como están repartidos PYMES y autónomos, o preferentemente en Cataluña y Vascongadas?
De la otra medida todavía oigo hablar menos. Repito que no entiendo mucho del asunto (pero parece que todavía menos el gobierno anterior y sus sindicatos), pero dicen que una empresa podrá sustituir a un trabajador por otro. No conozco a ningún empresario que utilice la norma para quitar a un buen trabajador y poner en su lugar a un vago redomado, más bien creo que lo hará al revés, con lo cual no se perderían puestos de trabajo y se favorecería el buen hacer.
Claro que esto va a favor de un concepto maldito para nuestros sindicatos: el premio al que trabaja. Si Alemania ha salido reforzada de la crisis no es por un especial ayuda divina sino porque, con costes mayores que en España, se ha rendido más y se ha sido competitivo. Y el absentismo, a cero. La medida que comento mantiene los puestos de trabajo pero, claro, ya no hará café para todos y ¿qué será de los profesionales de huelgas y manifestaciones? Hasta ahí podíamos llegar, dicen ellos. En Córdoba, el Ayuntamiento propuso recientemente incentivar la productividad; adivinen la respuesta sindical: «tos café».
No se saben ni la historia de su país, o sea, la desaparecida URSS. Como sabe el lector, tras la revolución rusa las fincas se «colectivizaron», es decir, se nacionalizaron, el ansia dorada de nuestros próceres de izquierda con los sindicatos a la cabeza. En cada finca estatalizada hubo que dejar una pequeña proporción de suelo para que la cultivaran los obreros que quisieran, con permiso para vender el producto por su cuenta. Pues bien, a los pocos años, ese suelo agrícola de uso privado era una minucia (menos de media hectárea por familia), pero conseguía un 20% de la producción total agraria. Claro, tuvieron la enemiga de los del sueldo oficial.
Con lo bueno que es estar no sólo los lunes al sol, sino también los martes, los miércoles… ¿Cómo van a admitir que ahora toca trabajar…? Aún no han comprendido que tienen que hacerlo a la fuerza, pues si no, nadie va a rellenar la caja que vaciaron los suyos, y sin rellenarla, nadie les va a poder pagar suculentas subvenciones a dedo, y sin ellas, adiós rólex de oro y cruceros de lujo…