domingo, 19 de febrero de 2012

¡Viva el comercio tradicional!

Más que un llamado este es un clamor por el rescate de los elementos que le dan carácter y particularidad a un destino, que lo hacen único. Por aquellos productos, servicios, alimentos que no deberían ser globales porque sabemos que hay un solo lugar en el mundo donde los ofrecen mejor: su lugar de origen.

por Alberto Bosque

Hace poco caminaba por una calle de un país lejano al mío. Sin embargo, todo se me hacía cercano, todo me sonaba, nada me era extraño. Y es que tantas de las cosas que veía las tenía en cualquiera de las ciudades de mi país.


Todo son grandes marcas, enormes centros comerciales iguales en cualquier lugar del mundo, tiendas iguales en Alemania que en México, artículos que se producen en China y se venden en cualquier parte del mundo.

Creo que el turismo ha salido perdiendo en ese proceso que va hacia la uniformidad en el comercio. Hubo un tiempo en el que las compras eran uno de los motivos para viajar, pero hoy encontramos de todo en cualquier pequeña ciudad.

Echo de menos las tiendas de artesanos, las pequeñas tiendas dónde se compra aquel producto local imposible de encontrar en otra ciudad, aquellos comercios regentados desde hace lustros por la misma familia, aquellas personas que están detrás del mostrador de aquella tienda y de los que nos fiamos a pies juntillas.

Hoy las tiendas tradicionales son sustituidas por franquicias en donde trabajan personas sin contrato fijo, dirigidas por personas que se encuentran en grandes ciudades y a quienes que no conoceremos nunca.

No quiero caer aquí en el “cualquier tiempo pasado fue mejor”, ni criticar los centros comerciales o las franquicias, ya que también soy asiduo, pero sí aplaudir a los que siguen apostando por mantener su pequeño comercio frente a los colosos, a los que siguen luchando desde el comercio local cercano al ciudadano, a los que siguen con esa pequeña empresa tradicional que fundaron sus abuelos, a los que saben encontrar en la relación personal aquello que no saben dar las grandes cadenas.

Desde el punto de vista turístico, creo que en esos pequeños comercios locales, en esas pequeñas tiendas tradicionales, en esas personas cercanas tenemos una oportunidad de negocio, una posibilidad que podemos ofrecer a nuestros turistas y clientes. Hoteles, operadores, agencias, guías… pueden, desde el conocimiento del territorio, ofrecer a sus clientes el conocer aquella pequeña tienda que tiene algo que no tiene nadie, descubrir aquel artesano que hace zapatos como ninguna fábrica es capaz de hacer o aquel tendero que tiene el café más extraño.

Es buena la globalización pero en lo tradicional encontramos muchas cosas que sería malo perder; en nuestra mano está el ayudar a que no desaparezcan y, además, obtener un beneficio.

El pequeño comercio es un producto turístico que podemos y debemos aprovechar.
Fuente: http://www.gerenciadeviajes.com